Julio Ernesto Gutiérrez Conte es
atlético y de sonrisa generosa. Deja traslucir durante la charla que
está comenzando una etapa nueva de su vida. Tal vez, más armónica y
distendida, pero no menos intensa. Multifacético, al presidente de
Aeropuertos Argentina 2000
se lo notó adorador del vértigo, pero también del remanso. Ambas cosas
lo describen: las olas gigantes y las aguas calmas en una misma playa.
Interesante.
Julio Ernesto Gutiérrez Conte es un amante del polo. De hecho, el presidente de
Aeropuertos Argentina 2000 no
sólo disfruta jugando sino que también ha hecho un negocio de su
pasión. Entre los emprendimientos que realiza fuera de la órbita de la
Corporación América, el empresario pone mucho foco en los caballos. Su
amistad con Adolfo Cambiaso lo llevó a invertir en la marca de
indumentaria La Dolfina y en un proyecto de real estate. Pero su
verdadero hobby está hoy abocado en la iniciativa de la clonación
equina.
La gente lo identifica con el negocio de los aeropuertos. Sin
embargo, usted está en varios rubros a la vez, entre ellos industria y
servicios. ¿Qué es lo que más lo apasiona?
Me gustan los negocios en
general. Me apasiona el último que estoy haciendo, no porque sea el
último, sino porque es al que más esfuerzo le pongo, independientemente
del rubro que sea. A veces, la adrenalina de generar un nuevo negocio es
lo que más gusto me da por ese negocio. Todos los negocios tienen esa
particularidad, que un día lo pensaste, viste con qué elementos podías
desarrollarlos y generaste una estrategia. A partir de ahí, la empezás a
ejecutar, y ves que la cosa sale. El día en que el plan se concreta
sentís la misma satisfacción que un pintor o un escultor siente al
finalizar su obra. Lo que tienen los negocios es que después hay que
empezar a administrarlos y eso depende, ya no de uno, sino de los
equipos de gente, del managment. Hay que ir sabiendo conseguir a las
personas que a uno lo pueden acompañar.
Más allá de la coyuntura, ¿cómo ve al país?
Creo
que la Argentina siempre fue una gran oportunidad para desarrollar,
para ponerla en funcionamiento, para darle plenitud al máximo de sus
capacidades. Es un país que, como muchos países del mundo, tiene sus
idas y vueltas, y a veces algunos desencuentros. Y ser argentino es ser
consecuente con lo que uno siente por el país, cómo lo ve y la
posibilidad de trasmitirlo de esa manera a las personas que están
alrededor de uno. Es tratar de ser uno más de los que están empujando un
carro para un mismo lado. Muchas veces me han tildado de oficialista,
de Duhaldista, Menemista, Kirchnerista o Delaruista. Tengo todos los
recortes de los diarios. En realidad, ponerse del lado del que está
manejando el país es la manera de ser argentino. El argentino tiene el
derecho, cada cuatro años, de decidir lo que va a suceder durante los
cuatro años siguientes. Pero en esos cuatro años, nos guste o no nos
guste, hay que apoyar al que le tocó gobernar.
¿Cómo se imagina de aquí a los próximos 10 años?
Me
imagino más o menos en lo que estoy haciendo ahora. Me he puesto en un
programa de vida que tiene que ver con la interrelación entre el
trabajo, la vida personal y mi familia en un equilibrio en el cual los
tres factores se comportan casi al unísono.